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martes, 31 de marzo de 2009

Un regalo.


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A unos discípulos que no dejaban de insistirle en que les dijera palabras de sabiduría, el Maestro les dijo: La sabiduría no se expresa en palabras, sino que se revela en la acción. Pero cuando les vio metidos en la actividad soltó una carcajada y dijo: Eso no es acción. Es movimiento.



A un discípulo que siempre estaba quejándose de los demás le dijo el Maestro: Si es paz lo que buscas, trata de cambiarte a ti mismo, no a los demás. Es más fácil calzarse unas zapatillas que alfombrar toda la tierra.



A un visitante que solicitaba hacerse discípulo suyo le dijo el Maestro: Puedes vivir conmigo, pero no hacerte seguidor mío. ¿Y a quién he de seguir, entonces? A nadie. El día en que sigas a alguien habrás dejado de seguir a la Verdad.




¿Puedo ser tu discípulo? Tan sólo eres discípulo porque tus ojos están cerrados. El día que los abras verás que no hay nada que puedas aprender de mí ni de ningún otro. Entonces, ¿para qué necesito un Maestro? Para hacerte ver la inutilidad de tenerlo.




Todas las preguntas que se suscitaron aquel día en la reunión pública estaban referidas a la vida más allá de la muerte. El Maestro se limitaba a sonreír sin dar una sola respuesta. Cuando, más tarde. Los discípulos le preguntaron por qué se había mostrado tan evasivo, él replico: ¿no habéis observado que los que no saben qué hacer con esta vida son precisamente los que más desean otra vida que dure eternamente? Pero ¿hay vida después de la muerte o no la hay?, insistió un discípulo. ¿Hay vida antes de la muerte? ¡Esta es la cuestión!. Replico enigmáticamente el Maestro.




En ocasiones los ruidosos visitantes ocasionaban un verdadero alboroto que acababa con el silencio del monasterio. Aquello molestaba bastante a los discípulos; no así al Maestro, que parecía estar tan contento con el ruido como con el silencio. Un día, ante las protestas de los discípulos, les dijo: El silencio no es la ausencia de sonido, sino la ausencia de ego.




Cuando se le preguntaba por su iluminación, el Maestro siempre se mostraba reservado, aunque los discípulos intentaban por todos los medios hacerle hablar. Todo lo que sabían al respecto era lo que en cierta ocasión dijo el Maestro a su hijo más joven, el cual quería saber cómo se había sentido su padre cuando obtuvo la iluminación. La respuesta fue: "Como un imbécil".
Cuando el muchacho quiso saber por que, el Maestro le respondió: Bueno, veras..., fue algo así como hacer grandes esfuerzos por penetrar en una casa escalando un muro y rompiendo una ventana... y darse cuenta después de que estaba abierta la puerta.




A un discípulo que se lamentaba de sus limitaciones le dijo el maestro: Naturalmente que eres limitado. Pero ¿no has caído en la cuenta de que hoy puedes hacer cosas que hace quince años te habrían sido imposibles? ¿Qué es lo que ha cambiado?. Han cambiado mis talentos. No. Has cambiado tú. ¿Y no es lo mismo? No. Tú eres lo que tú piensas que eres. Cuando cambia tu forma de pensar, cambias tú.




A un individuo dotado de auténtico espíritu emprendedor, pero al que desalentaban las frecuentes críticas que se le hacían, le dijo el Maestro: Escucha las palabras del crítico, que te revelarán lo que tus amigos tratan de ocultarte. Y añadió: Pero no te dejes abrumar por lo que el crítico diga. Nunca se ha erigido una estatua en homenaje a un crítico. Las estatuas son para los criticados.


ANTHONY DE MELLO.



Lo sé, no ha sido divertido, pero es justo lo que hace falta. Bueno esto, que no nos echen del trabajo, y que compreis mi disco: Ya no soy moderna.

Kisses.


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