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Una mujer de ojos grandes tiene, sobre todas las cosas, un compromiso con la verdad, que sería lo mismo que decir: ella misma. Su compromiso no es con la seguridad, con la coherencia o con la corrección de errores pasados, sino con la verdad.
Las mujeres de ojos grandes tienen también grande el alma, por lo tanto, sufren mucho. No ven sólo lo que se ve y, a veces, no ven lo que está a la vista. Eso sí, ellas saben que pueden contar con todo el valor que logran juntar después del llanto.
Hay tardes en que las mujeres de ojos grandes ven películas y descubren su condición y ya nunca se separan en la esencia. Luego el camino, despacio, aunque parezca que se ha separado de su senda, vuelve, o no se ha ido nunca, porque aunque nosotros no la veamos o desconfiemos de ella, la flor que tiene que crecer, crece.
Una mujer de ojos grandes, a veces, está muy cansada y necesita que la cobijen y le cuenten que con sus alas se puede llegar muy lejos o muy alto o se puede volar sin hacer ruido. Ella agradece ese calor de nido, pero sus ojos, su compromiso con la verdad, no le permiten quedarse en ese hueco, que aunque sea el mejor lugar del mundo, no es el suyo.
Las mujeres de ojos grandes sueñan y no tienen miedo a la soledad porque saben, que el que ama nunca esta solo. El que ama tiene su amor, y aunque nadie lo entienda, saben que tienen a su cargo lo que un naufragio no puede arrebatarnos.
Las mujeres de ojos grandes algunos días beben en los bares, café. Las mujeres de ojos grandes algunas noches beben en los bares, cerveza; pero siempre terminan llorando.
Simplemente porque de tanto meter a dentro lo de fuera, llega un momento, en que uno saca hacia fuera lo de dentro.
No suelen guardar la ropa cuando van a nadar, por eso a veces se ponen la ropa de las que sí guardan la ropa cuando nadan. Pero sonríen. Dime, quién no va perfectamente conjuntado con una sonrisa. La sonrisa nos la dio la tierra para honrarla. Supongo.
Me gusta creer que cuando alguien te ofende, puedes elevar tu espíritu a lo alto, adonde no puede llegar la ofensa. De lo que sí estoy segura, es que siempre se puede elevar el espíritu.
Las mujeres de ojos grandes comen chocolate, helado, tortitas con nata y brownie, aunque digan que ellas no son dulzonas. Y es que, de vez en cuando la vida te besa en la boca, y de vez en cuando tienes que besarla tú o devolverle el beso, por si se convierte en príncipe, porque siempre es un milagro que nos quieran. Pero las mujeres de ojos grandes son lobas. Lobas que hacen todo por sus cachorros, lobas que siempre aullaran a la luna llena o no, a la luna, lobas que no dejarán de pasear por las desoladas colinas, erguidas, espléndidas, bajo el sol del mediodía o en la noche más negra.
Las mujeres de ojos grandes piden consejos, pero la verdad es que nunca los escuchan, los oyen pero no los escuchan, porque lo que tiene que hacer, ya se lo recuerda y se lo dicta su corazón inequívoco.
Yo admiro y respeto y acompaño de la mejor torpe manera que mi sensibilidad y mi anchura me permiten, a cada una de estas mujeres de ojos grandes.
Sobretodo a una, por ser la más valiente y la más guapa, cuando se arregla.
Aunque tú no lo sepas.
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Cita en Malasaña.
Hace 9 años